Vision Extra Ocular - Jacobo Grinberg



En 1982 la compañía mexicana de televisión Televisa me invitó a participar, en calidad de testigo, en un programa en directo que trataría acerca de un tipo de visión fuera de lo común. Se requería mi presencia para juzgar la veracidad del fenómeno como investigador en el área de Neurofisiología y profesor de la Universidad Nacional.


Accedí, y en el estudio me encontré con una veintena de niños que conversaban animadamente mientras se preparaban para la demostración. Una vez comenzada ésta, su instructor, el profesor Altamirano, vendó los ojos a uno de los niños y le puso delante una serie de fotografías. El niño las tocó con las palmas de sus manos describiendo, al mismo tiempo, lo que veía. Intrigado, me acerqué y pude constatar que la descripción coincidía a la perfección con el contenido del material gráfico. Después, otros niños fueron sometidos al mismo proceso y en todos los casos acertaron en sus descripciones. No pude hallar ni errores, ni intentos de engaño en el procedimiento. A la salida del programa le propuse a Altamirano utilizar sus procedimientos para ayudar a niños invidentes a ver con las manos. Altamirano aceptó, al igual que lo hizo el Departamento del Gobierno encargado de la educación de niños ciegos.


Durante varios meses intentamos enseñar la visión extraocular a estos niños, pero sin éxito. Una vez por semana Altamirano venía a la escuela de invidentes, se encerraba con los niños y después se iba. Nunca supe sí el fracaso se debió a lo esporádico del régimen de entrenamiento o al poco tiempo que duró todo el proceso. Tampoco pude recibir instrucciones detalladas de la técnica empleada, porque el profesor Altamirano la mantenía en secreto, lógicamente.

Varios años más tarde, durante el disfrute de un año sabático, decidí dedicarme durante seis meses a la enseñanza de niños en una escuela primaria de Cuernavaca, distante 70 kilómetros de la ciudad de México, cuyo director me permitió poner a prueba diferentes técnicas alternativas de educación. Una mañana, mientras descansábamos en el jardín de la escuela, una niña me comentó que había visto un programa de televisión en el cual se mostraban experiencias extraoculares, y me pidió que se las enseñara. Aunque no me sentía capaz, puesto que desconocía la técnica de la «visión extraocular», recordaba algunos comentarios de los niños ciegos y me decidí a probarla con la niña 


Le pedí que se relajara, que se concentrara en su respiración y que tratara de visualizar una luz en su entrecejo. Después tomé sus manos y le pedí que se imaginara una línea luminosa interconectando sus dedos con su entrecejo. Coloqué sus palmas sobre una fotografía en color después de vendarle los ojos y la niña me describió la información de la fotografía.

Otros niños se acercaron a nosotros. En menos de una hora, seis o siete críos veían extraocularmente. Todos estábamos encantados con la experiencia, de modo que la continuamos durante varios meses, hasta que tanto el director de la escuela como los padres de familia nos prohibieron proseguir las experiencias debido a que los niños adivinaban sus pensamientos, movían objetos a distancia y empezaban a desafiar toda su cosmovisión.

La misma experiencia se ha repetido con idénticos resultados en otra escuela de la ciudad de Toluca, esta vez apoyada por los padres de familia y los directivos de la institución.



Lo que sigue es una descripción de la experiencia de Cuernavaca, escrita con el mayor número posible de detalles y con el propósito de que quien así lo desee pueda ponerla en práctica.

Se estudiaron diecinueve sujetos: once niñas y ocho niños, de edades comprendidas entre 5 y 13 años de edad. Todos, sin excepción, gozaban de condiciones óptimas de salud y manifestaron estar deseosos de participar en la misma. Ninguno de ellos tenía antecedentes de visión extraocular ni experiencia alguna respecto a este tipo de fenómenos. Pertenecían a seis escuelas diferentes; en todas ellas eran considerados muy inquietos y especialmente remisos a aceptar normas rígidas de disciplina y conducta. Por lo demás, fueron catalogados como altamente inteligentes y despiertos. Aúnque las condiciones familiares variaban de niño a niño, no se observaron diferencias notables, salvo en una apreciable destreza inicial en cinco niñas y dos niños con una situación de estabilidad familiar óptima.

APRENDIZAJE INICIAL

Previamente a la iniciación de los experimentos de detección de visión extraocular, todos los niños recibieron un aprendizaje que duró entre una y tres jornadas y que se repetía en todas las sesiones de prueba posteriores a las iniciales. De esta manera, cada niño fue sensibilizado antes y durante todo el transcurso del experimento, hasta que adquirió una destreza lo suficientemente automatizada como para no necesitar entrenamiento adicional.
Las características del aprendizaje se explican a continuación en la misma
secuencia en la cual se desarrolló éste.
Con el niño sentado cómodamente con la espalda recta, se efectuaban los tres
ejercicios respiratorios siguientes:

a) Expulsión forzada de aire a través de las fosas nasales durante 60 segundos, con los ojos cerrados, seguida de una concentración de la atención en el entrecejo durante 20 segundos.

b) Respiración alternada a través de cada uno de los orificios nasales durante 60 segundos, con los ojos cerrados, seguida de concentración de la atención en el entrecejo durante 20 segundos
c) Inhalación y exhalación forzadas de aire, de forma rítmica y sostenida, hasta
el límite de cada niño.
A continuación, y en la misma postura, el niño practicaba la meditación a partir
de las siguientes instrucciones:
«Con los ojos cerrados, concéntrate en el entrecejo y deja fluir tus
pensamientos sin obstruirlos o controlarlos. Una vez que logres lo anterior
concéntrate en ti mismo y pregúntate ¿quién soy yo?, sintiéndote a ti mismo.
Mantén tu concentración en ti mismo durante el tiempo que te sea posible.»
La verbalización de las instrucciones anteriores se adecuaba al nivel de
entendimiento de cada niño.
El tiempo total de cada meditación variaba de niño a niño, con un mínimo de 5
a 6 minutos y un máximo de 10 a 13 minutos, aproximadamente.

Una vez logrado el punto anterior, el instructor se sentaba frente al niño y entrelazaba sus manos con las de este, visualizando una línea de luz que surgía de las palmas de las manos del niño y terminaba en su cerebro. El ejercicio continuaba hasta que se mantenía la imagen de la linea de luz brillante, blanca y sin interrupciones.

En ocasiones se colocó la punta de un cristal de cuarzo sostenido por el instructor en contacto con el entrecejo del niño o próximo al mismo. Se descubrió así que este procedimiento mejoraba el aprendizaje y aceleraba el proceso extraocular.


Después se iniciaba la fase de detección extraocular. Para ello, al niño levendaban los ojos utilizando una venda especial totalmente opaca y ajustada a los párpados, de tal forma que resultaba totalmente imposible la visión retiniana.





Se ofrecía al niño material gráfico consistente en fotografías de alta calidad en colores brillantes y con contenidos diversos. El entrenador colocaba una o ambas manos del niño sobre la fotografía, haciendo contacto dérmico con la superficie de la misma y le pedía que siguiera su intuición tanto en lo que se refiere a la exploración dérmica de la fotografía como a la exploración del contenido mental estimulado por ella.

Luego se le sugería que hiciese una descripción detallada de todas sus experiencias. Más tarde se le ofrecía retroalimentación verbal acerca de los detalles de la fotografía y acerca de los puntos de correspondencia entre su descripción de la figura y el contenido de la misma. Utilizando expresiones naturales y espontáneas de asombro y gusto, el instructor reforzaba las correspondencias adecuadas y corregía las inadecuadas.

El proceso de retroalimentación continuaba hasta que el niño mostraba signos de fatiga o desinterés. En estos últimos casos, el entrenamiento se suspendía para ser proseguido en otra ocasión. Se estimulaba al niño para utilizar todo tipo de movimientos con las manos, explorando de esta manera diferentes posibilidades.

Cuando el niño era capaz de describir sin errores las figuras contenidas en las fotografías, se le pedía que apartara las manos de la superficie de las mismas y que intentara visualizar su contenido sin contacto dérmico. Más adelante, se le enseñaba a realizar movimientos de barrido en el espacio entre su cuerpo y las fotografias utilizando contracciones rápidas de los dedos de sus manos. Este procedimiento acentuaba los detalles y mejoraba la focalización, además de la distancia límite en la que el niño todavía podía distinguir formas sutiles, tales como letras impresas.

Al niño se le estimulaba, por último, para dejar de utilizar sus manos por
completo y ver directamente los contenidos sin ayuda de movimientos.

Se utilizó una gran cantidad de materiales gráficos: fotografías en color de paisajes, verduras, frutas y utensilios caseros, libros convencionales con contenidos lingüísticos y programas de televisión, así como otros niños y objetos medioambientales. También se pidió a los niños que caminaran por la escuela (jardín, aulas, etc.) describiendo lo que veían.


Informacion completa libro:




Vision Extra Ocular, Jacobo Grimberg










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