Un científico de Phoenix, Arizona,
quería demostrar el gran poder que tiene la mente. Que la mente humana
puede creerse todo lo que recibe, sea a través de palabras, pensamientos
o actos, suyos o de terceros, positivos o negativos, sin atender a las
consecuencias.
Necesitaba un voluntario que llegase
a las últimas consecuencias, y lo consiguió en una penitenciaría. Era
un condenado a muerte que sería ejecutado en la penitenciaría de St.
Louis, en el Estado de Missouri, donde existe la pena de muerte a través
de la silla eléctrica.
Le propuso participar en un
experimento científico para sustituir la muerte en la silla eléctrica
por un nuevo método. Se le haría un pequeño corte en la vena de la
muñeca, lo suficiente para que goteara su sangre hasta la última gota.
La ventaja es que existía la posibilidad de sobrevivir en caso de que la
sangre coagulase. Si eso sucediese, sería liberado. En caso contrario,
fallecería por pérdida de sangre, o sea, una muerte sin sufrimiento y
sin dolor. El condenado aceptó, pues obviamente era preferible esa
muerte a la de la silla eléctrica, existiendo además, una posibilidad de
sobrevivir.
El condenado fue colocado en una
cama de hospital y atado para que no pudiera moverse. Hicieron un
pequeño corte en su muñeca, y debajo de ella se colocó una vasija de
aluminio. Se le dijo que oiría su sangre gotear en la vasija. Lo que no
sabía él, es que el corte había sido superficial y que no había
alcanzado alcanzó ninguna arteria o vena, pero sí fue lo suficientemente
profundo cómo para que él lo notara. Sin que él lo supiera, debajo de
la cama había un frasco de suero con una pequeña válvula. Al hacer el
corte se había abierto la válvula del frasco para que el condenado
creyese que era su sangre la que se oía caer en la vasija. Pero en
verdad, era el suero lo que se oía gotear en la vasija. Cada diez
minutos, el científico, sin que el condenado lo viera, cerraba un poco
más la válvula del suero y el goteo iba disminuyendo.
Mientras tanto, el condenado creía que
era su sangre la que estaba disminuyendo. Con el paso del tiempo, el
hombre fue perdiendo el color, poniéndose cada vez más y más pálido.
Cuando el científico cerró por completo la válvula del suero, el
condenado tuvo un paro cardíaco y murió… sin ni siquiera haber perdido
una gota de sangre.
El científico consiguió probar que la mente humana cumple, al pie de la letra, todo lo que le es enviado y es aceptado
por el individuo, sea positivo o negativo. Y tal aceptación incluye a
todo el organismo, tanto la parte orgánica como la psicológica.
Esta historia es un toque de alerta para que filtremos
lo que nos envía nuestra mente, pues ella no distingue lo real de la
fantasía, lo cierto de lo equivocado, simplemente graba y cumple lo que
le es enviado.
“Quien piensa en fracasar, ya fracasó antes de intentar”.
Fuente: Alish Ninou
Gracias por compartir esta información.
Impresionante. El poder de la mente sobre el cuerpo queda más que patente con este ejemplo. Da mucho para reflexionar y cambiar si o sí nuestra actitud mental ante la adversidad y la enfermedad.
ResponderEliminarGracias por el coment tienes razon con nuestra mente literalmente creamos la realidad nuestras creencias ya sean religiosas, cientificas, biologicas, astronomicas, etc etc son los limites por los cuales crearemos nuestra realidad, personal, de grupo, nacional, mundial es una responsabilidad muy grande pero a la vez abre un futuro maravilloso.
EliminarUn saludo.